CREANDO ANDO

domingo, 30 de julio de 2017

Una tarde con papá

Mi papá, un hombre muy apuesto, alto, de piel trigueña y con una curiosidad inigualable. Él era un físico-químico muy reconocido y respetado a nivel internacional.  Con   él pasaba muchas   de mis tardes, caminando y conociendo la ciudad en donde vivíamos. Pasamos muchas anécdotas y esta es una de tantas.                                                             
Hace unos días salimos de paseo, como cada segundo sábado del mes. Esta vez fuimos a pasear por el centro de la ciudad. Estábamos por una de las calles y encontramos una casona con la puerta abierta, así es que decidimos pasar, porque nos dio curiosidad lo que podía haber dentro.  
                                            
Cuando pasamos por el cuarto principal, después de haber dado un recorrido por todo el lugar, vimos algo que brillaba. Mi papá se acercó y me dijo que lo acompañara, así que fui con él. Nos encontramos algo muy peculiar: un cortauñas. Yo me empecé a reír porque pensaba que lo encontrado por mi papá era algo más interesante.

Fuimos a otra de las habitaciones y nos topamos con un baúl de lo más fino. En ese momento nos dimos cuenta de que esa casona perteneció a una familia importante, por todos los lujos que poseía. Movimos a un lado ese gran baúl, pero muy lentamente ya que nos pesaba mucho. Después de haberlo movido vimos en el piso un agujero. Sacamos un poco del parquet del piso para poder ver lo que había dentro. Nos dimos con la gran sorpresa de que habíamos encontrado una gran colección de cortauñas de todo tamaño y de diferentes colores. Pero había un vacío en esa colección, lo que significaba que faltaba uno y era el que habíamos encontrado dentro del cuarto principal. Lo fui a traer, mi papá lo colocó en su lugar y dejamos la colección completa.

Ambos salimos, cerramos la puerta y nos fuimos a casa. En el camino nos reíamos de lo que habíamos pasado.

Andrea Castro Fidel
3° “C” de secundaria



                                                                
El baúl secreto
Era una mañana normal en la que Juan despertaba con mucha alegría. Pero la alegría no le duró mucho, ya que su mamá le dio una ingrata noticia, que su padre había fallecido.
Su madre le entregó un baúl que dejó su padre para él. Juan lo abrió lentamente, y en eso llegó su hermano mayor quien se había graduado y ya era un físico-químico profesional. Este le dice: ¡No lo abras, te decepcionarás! Y Juan muy terco lo abre y se encuentra con un cortauñas. Después de poner una cara larga de decepción, comenzaron a reír y reír y así recordaron a su papá con una sonrisa.
Nike Sambrailo Castillo

3° “C” de secundaria

Mi historia
Estaba caminando por la calle y de repente me acordé que mi mamá quería un cortauñas para cortarle las uñas a mi hermana. Me dirigí a la tienda, donde me atendió un chico alto y robusto. Pensé que era físico-culturista, pero en su camisa decía físico-químico. Le pregunté cuánto costaba el cortauñas.

Yo suponía que estaba molesto, porque agarró un baúl y lo tiró al suelo. Sacó de él el cortauñas  y me dijo que costaba 20 soles, a lo que yo le dije que estaba caro y no quería comprarle nada.

Se acercó y me miró fijamente a los ojos. Rápidamente recogí el baúl del suelo y se lo tiré en la  cabeza, pero siguió de pie. Ahora mirándome y acercándose más a mí.

Entonces, saqué del baúl el cortauñas y se lo tiré. Se desmayó y salí corriendo de la tienda. Llegando a casa, le conté a mi mamá y me dijo que no lo volviera a hacer, porque todas las personas merecen respeto.

Sergio Sullón Guzmán

3° “A” de secundaria

             
Mi creación

Había una vez un fisico-químico que se cortaba las uñas y las guardaba en un baúl. Su familia al ver eso, rápidamente lo llevó a una clínica. Ahí, el psicólogo les dijo que necesitaba vitaminas y apoyo familiar.
El físico-químico solo quería hacer estudios sobre las uñas y para él era algo normal guardarlas en un baúl, pero su familia insistía en que estaba loco.

Él quería seguir con sus estudios y decidió buscar el cortauñas que había escondido. Cuando lo encontró se cortó todas las uñas. En eso apareció su madre y  llamó a gritos a su esposo. Ambos decidieron llevar al físico-químico a un psiquiatra. Esto se repitió por varias semanas.

Las vitaminas no ayudaban y la situación empeoró. Por las noches, el físico-químico se metía a los cuartos de todos en la casa y les cortaba las uñas. Cuando entró al cuarto de su hermana, ella se despertó y empezó a gritar. Él se preguntaba por qué si solo quería estudiar los tipos de uñas.

Todos se aburrieron de tenerlo en casa y se sentaron a conversar acerca de qué harían con él. El físico-químico estaba escondido escuchando todo lo que decían. En eso el papá sugirió que lo llevaran a un manicomio. Al escuchar esto, él corrió a su laboratorio y se encerró.

Luego de dos horas se fueron a buscarlo y se dieron con la sorpresa de ver al físico-químico, a quien le había caído un acido muy dañino en el cuerpo.

Este, en la desesperación de buscar una solución a lo que pasaba, chocó con el ácido y le cayó encima; lo que le provocó la muerte.

Daniela Carhuayo Zubiate

3°A de secundaria



LA FE DE UNA MADRE

En  abril del año 1995, cuando Anthony tenía cuatro meses de edad, se enfermó muy grave de los bronquios. Sus padres, Juana y César, lo llevaron de emergencia al hospital de Policía y le aplicaron tanta medicina que le afectó el estómago. Empezó a vomitar sangre y los doctores dijeron que tendría que ser  hospitalizado. Estaba tan mal que lo pasaron a UCI (Unidad de Cuidados Intensivos).

La señora Juana contó que los médicos le pidieron hacerle muchos exámenes especiales en la Clínica San Felipe, porque en el hospital no había reactivos. También tenían que ponerle sangre, pero ellos no tenían plata, así es que sus amigos de trabajo le dieron dinero para ello. Conforme pasaban las horas, Anthony empeoraba. Es por eso que el doctor les pidió que recen  bastante.

Juana tenía una amiga de nombre Teresa, mucho mayor que ella, que pertenecía a la Alianza Cristiana, la señora oró y le enseñó a Juana cómo tenía que hacerlo y, juntas oraron hasta la madrugada. Eran las 3 de la mañana, cuando el doctor llamó a Juana para decirle que tenían que hacerle una transfusión de sangre y que verían si con eso mejoraba.

Luego de ver los resultados, el médico se quedó callado. Juana y César entendieron el silencio del doctor y empezaron a llorar y  desesperarse. Teresa les dijo entonces: Entréguenlo a Dios con mucho amor  y confíen  en que él lo sanará. Juana  sentía temor de hacerlo, pensaba que quizás Dios se lo llevaría; tenía mucho miedo, pero igual lo hizo y con mucha fe le dijo: “Dios mío, es solo un bebé, por amor a tu hijo Jesús, déjalo vivir. Te lo suplico Señor y te prometo que haré que sea un hombre bueno, y continuó orando.

Eran las 10.30 am, el médico la hizo pasar a UCI y vio que  su niño sonreía. El doctor le preguntó a Juana: ¿Cómo se llama el Santo a quien has  pedido para que tu hijo se salve? Hicimos de todo, pero tu hijo estaba muriendo. Juana le dijo que su Santo se llamaba Fe. Después de 5 días dieron de alta a Anthony. Ahora tiene 22 años y está en la universidad. Él es mi hermano.

Renzo Alexander MUCHOTRIGO SIGUEL

3ro. “B” de secundaria

martes, 25 de julio de 2017


Una mañana de sentimientos

Era una mañana muy diferente a la que Roxana esperaba. Llena de angustia por la noticia que su madre le dio, no pudo contener aquellas lágrimas de dolor. Su abuelo, muy querido, la persona que estuvo con ella durante su niñez, había muerto.

Su madre le entregó un baúl que dejó  su abuelo  justamente para ella. Roxana lo abrió lentamente con los ojos cerrados y en ese preciso momento llegó su hermano mayor, graduado recientemente como físico-químico, quien la detiene diciéndole:
-¡No lo abras!

Roxana muy terca lo abre y se encuentra con un cortaúñas de su madre y con un papelito que  decía que era una broma. Comenzaron a reír a carcajadas y recordaron a su abuelo con una sonrisa, al saber que todo estaba bien.

Ashley Siancas Criollo

Tercero “C” de secundaria

El baúl misterioso
María, mi vecina, me contó que un día camino a la universidad pasó por un laboratorio y se encontró con Kasandra, su amiga de la infancia. Juntas apuraron el paso porque se les hacía tarde para ir a clases.
En la clase de química, la profesora Malena les comentó que les tenía una sorpresa. Había llevado al gran Raúl, un físico- químico muy conocido en New York. Todos los alumnos estaban felices porque iban a realizar juntos un experimento. El invitado llevó un baúl lleno de materiales como un cortaúñas, una hoja de papel, una bolsa, etc.
Todos los alumnos quedaron satisfechos por haber hecho el experimento con un gran químico. 
María me dijo que Kasandra, Carmen y ella le preguntaron si se podían tomar una foto para tenerla de recuerdo y mostrarla a sus padres y maestros.

Luhana Acuña Cuba
Tercero “A” de secundaria


domingo, 9 de julio de 2017


LA CASA MALDITA
Estaba caminando por la calle en plena oscuridad y vi una pared que tenía escrito: “VAS A MORIR”. Yo no le  tomé importancia y segui caminando. Al rato vi una casa  extraña, me dio curiosidad e ingresé. Estaba muy oscura  y no había nadie. De pronto observé un cartel que decía: “TÚ ERES MI HUÉSPED”. Me dirigí a una habitación y pude leer en la pared: “CUIDADO”. Tampoco le tomé importancia, pero sí me llamó la atención una brújula rota.
Al día siguiente intenté salir, al no poder me desesperé y vi que alguien estaba detrás de mí con un cuchillo y me asusté mucho. Cogí un palo que estaba por ahí y escribí: “AYU…”. No terminé de escribir .
Si ves todas esas palabras no te acerques, porque mi asesino está buscando otra víctima.
¡CUIDADO  QUE VA POR TI!

María Fernanda Rojas López

1° “A” de secundaria

UNA  EXPERIENCIA  MUY  EXTRAÑA

Era viernes por la noche, estaba en la sala de recepción del hotel donde trabajaba. Era cerca de la diez de la noche y estaba tan aburrida que empecé a ver mi serie favorita desde mi celular. Estaba muy cansada porque todo el día había atendido a cada huésped que venía a hospedarse.

Alguien que entró al hotel me llamó mucho la atención, era un señor medio raro, más o menos de unos cuarenta años. Tenía muchas cosas extrañas que colgaban de su mochila: una lupa, una brújula, un mapa, etc. Me parecía conocida su cara, pero deseché esa idea.

Al día siguiente, vi que estaban pintando la pared del hotel, y en la ventana de uno de los cuartos observé al mismo señor de la noche anterior saludándome. Me sobé los ojos y ya no lo vi. Creo que fue mi imaginación- me dije.

Al paso de unos años me retiré del hotel, porque cada vez me aterrorizaba más ese señor.

Ahora, cuando paso por el lugar veo al mismo señor saludándome desde la ventana de un cuarto y siento mucho miedo. Nunca voy a olvidar esa sensación de temor que me invade cuando lo veo.

Ericka Bermúdez Gil

1° “A” de secundaria