CREANDO ANDO

miércoles, 2 de octubre de 2019

Un día para recordar



Un día para recordar
Era cerca de medio día, cuando vi un accidente de tránsito. Un autobús había atropellado a un señor que estaba cruzando la pista. El chofer paró instantáneamente para atender a la víctima. Este estaba preocupado por las consecuencias que la muerte del señor podría traer. Yo, al ver esto, llamé a los bomberos y policías. Al llegar, estos llevaron al señor al hospital más cercano para poder atenderlo. Después de 3 horas de cirugía, el señor, lamentablemente, falleció. Enseguida, los policías llevaron al chofer a la comisaría. Estando ahí, él dijo que no era su culpa; ni del señor, puesto que el semáforo estaba malogrado y este indicó verde para los dos lados. Los policías obviamente no le creyeron y le dijeron que iría a prisión.
Todo aquello lo entristecía mucho. Nunca había pasado por algo así. Lo que más le preocupaba era su hijo de 8 años quien no tenía madre y no sabía dónde se iba a quedar. Lo quiso dejar con su tía, pero ella vivía en China y no tenía quién lo lleve hasta allá. La opción que la policía le dio fue dejar al niño en un orfanato público.
Sin embargo, el señor se negó, ya que no quería que su hijo vaya a un lugar como ese por algo que él no hizo. El señor quería demostrar su inocencia para quedar libre.
Finalmente, pudo lograrlo, e insistió a los policías a que lo lleven al lugar del accidente para poder ver si el semáforo en realidad estaba malogrado. Los oficiales accedieron y, al llegar, pudieron observar que verdaderamente el equipo no funcionaba correctamente. Lo siguiente fue dejar al chofer libre para que pueda volver con su hijo. Lamentablemente, ocasionó la muerte de una persona inocente.

Benjamin Challco Acosta
C. E. P. “Cristo Salvador”
4” “B” de secundaria.

Kilómetro 127



Kilómetro 127

Era cerca del mediodía, cuando Agustín se encontraba manejando su tráiler por la carretera, alrededor del kilómetro 127. Mientras manejaba, sintió una presión en la vejiga; tenia que ir al baño. Se detuvo   para aliviar sus necesidades, y se dio cuenta de que estaba por iniciarse una tormenta; por lo que se apresuró en subir a su camión y buscar un lugar dónde descansar.

Conducía y comenzó a recordar el tiempo que estuvo en la prisión de Vorkuta, Rusia. Se le vino a la mente el recuerdo de su amigo Nikolái Belinsky, el mismo que organizó el escape de esa cárcel y murió en el intento, todo por el grupo 935. Recordar aquello lo entristecía, no pudo salvar a Nikolái.

Pasó un buen rato manejando, cuando a lo lejos logrò divisar una posada. Su mente estaba igual de nublada que el cielo. A Agustín le atormentaban los recuerdos de la Guerra Fría, especialmente cuando estuvo capturado en Vorkuta.

Sin embargo, no podía recordar cuántos meses o años estuvo como prisionero de guerra. Aunque sí se acordaba del despiadado Dr. Maxis, más aún, de la hija de este. La razón es que Agustín asesinó a Samantha durante su escape, a modo de venganza por todo lo que le hizo ese señor.

Finalmente, cuando ya encontraba rendido en su habitación, pues había pasado horas conduciendo; decidió irse a dormir. Pero, estando a punto de conciliar el sueño, se le vino un rostro familiar a la mente: el rostro era de Nikolái, amante del vodka y su mejor amigo. No era un sueño agradable, lo que estaba viendo era la muerte de Nikolái. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba por el kilómetro 127, alrededor del mediodía.

Leonardo Daniel Sierra Linares
C. E. P. “Cristo Salvador”
4° “B” de secundaria