CREANDO ANDO

viernes, 13 de noviembre de 2015

El reencuentro

Había una vez un señor muy humilde llamado Pedro, el cual  era muy creyente del Señor de los Milagros. Él tenía que hacer un viaje  desde Moyobamba hasta Lima para encontrarse con su familia.
Tuvo un viaje muy agotador, ya que lo hizo por  tierra y demoró varios días.
Al momento de llegar se había olvidado por donde era que quedaba la casa de sus hijas y no entendía muy bien la dirección que le habían dado. Cuando intentaba hablar con alguien lo ignoraban, entonces  empezó a caminar sin destino fijo hasta darse cuenta que se había perdido.
Cuando de pronto un hombre alto le preguntó si estaba perdido, Pedro le respondió que sí. Este se ofreció a llevarlo hasta su casa y, Pedro, un poco dudoso aceptó.
Finalmente Marco, el hombre que se ofreció a ayudando, llevó a Pedro a casa de sus hijas con la ayuda de la dirección que este le había dado.
Pedro y su familia muy agradecidos lo invitaron a ir al Santuario de Las Nazarenas, este aceptó y todos fueron juntos.
Fin
Sol Oliveros Valdez
 2° "C" de sec.

El Señor de los Milagros


Hace mucho tiempo un joven de 20 años pintó un cuadro que a las personas no les llamó mucho la atención, porque no sabían qué era. Pasaron los días y un señor de mucho dinero que tenía un museo de arte se le acercó y le preguntó en qué se había inspirado para hacer ese cuadro. El joven le respondió: -no lo sé, pinté lo que mi corazón me ordenó.

El señor se quedó sorprendido con la respuesta. Y le preguntó si podía exhibirlo en su museo. El joven sin dudarlo le dijo que aceptaba la propuesta y le manifestó su deseo de que muchas personas vean su cuadro.

El joven lo tituló: El Señor de los Milagros, ya que gracias a Él pudo superarse. El cuadro se hizo muy conocido.

Valeria Blancas Hawkins
2° "C" de sec.

viernes, 2 de octubre de 2015

La espada de la inmortalidad


En tiempos antiguos existía un reino llamado Elftheim que se erguía sobre una gran montaña. Ahí vivía Eolan, un joven bondadoso que era hijo del rey, el cual buscaba la inmortalidad haciendo todo lo posible para encontrarla; ya que estaba a punto de morir. Mandaba a sus soldados a arrasar con ciudades enteras buscando la forma de vivir para siempre. De pronto, un día el rey se despertó y al costado de su cama se encontraba un hombre alto y robusto, el cual le dijo que debía de buscar en el reino de Valdren una espada que al empuñarla le daría vida eterna. Después de decirle esto, el rey escribió en una hoja lo que tenía que hacer para poder llegar a Valdren y, antes de suspirar por última vez, llamo a su hijo. 

Al ingresar el príncipe a la habitación y ver a su padre muerto, juró que encontraría la espada y salió camino a Valdren. Al llegar preguntó por la espada a un guardia, el cual lo arrestó y lo llevó ante el rey. Este le preguntó para qué quería la espada, a lo cual Eolan le contestó que buscaba la espada para poder conquistar al mundo y llevar a Elftheim a la gloria. El rey muy enojado ordenó que lo ejecutaran en la plaza de la ciudad. 

Cuando lo transportaban hacia la plaza, una extraña mujer atacó la caravana, lo salvó y lo condujo a un lugar seguro, pero en el trayecto Eolan se desmayó, y al despertar se encontró con una bella figura que empuñaba una deslumbrante espada de la cual emanaba fuego. La mujer dijo que se llamaba Jade y que era hija del rey. Eolan le preguntó si conocía acerca de la espada de la inmortalidad y ella le respondió diciéndole que efectivamente conocía la espada y que era la que ella poseía en ese momento. 

Eolan le preguntó si él podía tener esa espada, pero Jade se negó y le dijo que solo los corazones puros y justos podían empuñar un arma tan poderosa sin adquirir la maldición, la cual consistía en que el portador se convertía en un demonio muy poderoso cegado por la ira y que una vez muerta su víctima viviría atormentado por la culpa. 

Después de cenar, los dos se acostaron, pero Eolan no pudo dormir pensando en la muerte de su padre y en ese momento recordó la promesa que hizo. Tomó la espada y escapó con ella. 

A la mañana siguiente Jade se despertó y se dio cuenta de que la espada no estaba y Eolan había desaparecido, lo buscó por todo el reino pero no lo encontró. Eolan ya muy lejos de ahí, en una taberna cerca de su reino, le pidió al cantinero una cerveza; pero él le dijo que se le había acabado. Así que Eolan muy molesto salió y vio que una gran columna de humo negro se alzaba por encima de todo. Corrió hacia una colina cercana y vio que Elftheim estaba envuelto en llamas y había gente escapando del lugar. Corrió hacia la entrada del reino y le preguntó a un hombre qué fue lo que sucedió y este le dijo que el rey de Valdren al enterarse del robo de la espada mandó a sus soldados a buscarla al reino de Elftheim, pero al no encontrarla destruyeron todo a su paso. 

Eolan entró a Elftheim y al acercarse al cementerio real vio que los soldados habían profanado la tumba de su padre, buscó el cuerpo por el reino y lo encontró colgado de un árbol y con varias flechas en su cuerpo ya que lo utilizaron de tiro al blanco. Eolan lleno de ira buscaba venganza por la ofensa cometida así que empuño el arma y se convirtió en una figura maligna con cuernos y alas envuelto en una armadura negra como la noche que solo quería matar. Luego de asesinar a los soldados del ejército del rey de Valdren se dirigió hacia ahí para matar al rey, pero en el camino se encontró con Jade la cual le dijo que ella fue la que le comunicó al rey sobre la desaparición de la espada, 

Eolan cegado por la furia la culpó de la destrucción de Elftheim y la mató. Al llegar a Valdren fue en busca del rey a su palacio. Sus guardias al verlo quisieron escapar de la furia asesina del príncipe demonio, pero no pudieron huir de él y Eolan sin compasión los asesinó y los colgó de las ramas de un árbol como lo hicieron con su padre. 

Al llegar a las puertas del palacio las derribó de un solo golpe y vio que el rey se encontraba solo sentado en el trono con su espada y su escudo, los cuales no le sirvieron de nada para frenar la sed de venganza de Eolan, el cual al vencerlo lo condujo a la plaza y en medio del tumulto lo decapitó en el mismo lugar en donde lo iban a decapitar. Cumplida su venganza, Eolan ya cuerdo, sintió una gran culpa por lo que había hecho así que quiso deshacerse de la espada, pero al ver que no lo podía hacer quiso cortarse el brazo, cogió un hacha que se encontraba por ahí cerca y asestó el golpe, pero el arma se rompió al chocar con la armadura indestructible. Al ver que nada podía hacer para deshacerse de la espada se dirigió a un acantilado y de ahí se lanzó al vacío. Antes de chocar con las afiladas rocas, la espada se desprendió de sus manos y, al chocar su cuerpo contra las rocas, murió instantáneamente. Se dice que la espada vaga aun por el mar buscando a algún portador para poseer. 


 Steve Del Corzo Cuba 

 2° ‘’B’’ de sec.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Un viaje en el reino peligroso

En tiempos antiguos existía un rey muy generoso y bueno. Él era sabio, inteligente, modesto y humilde. Vivía en un castillo en las colinas de Rawintowne. Todo el mundo lo alababa, especialmente un enano llamado Bjñorn que tenía un hijo llamado Agmehn que acababa de nacer. Un día el rey generoso se sintió enfermo y se fue a dormir, entonces soñó que estaba en el campo de batalla, donde todos menos él estaban muertos, luego se le apareció el ángel negro, que después lo poseyó. De repente, comenzó a cambiar, sus manos se volvieron negras, los brazos musculosos, tenía puesta una túnica negra, la bondad se convirtió en odio y en ira; y su cara era opacada por la maldad. Despertó y se miró al espejo y se deleitó al verse como el ángel negro de ensueños, solo que sin las alas. Él era otro rey, uno maligno. Desde ese día eran tiempos oscuros y Bjñorn se ocultó en casa de su padre en Vladivostoking a criar a Agmehn. Mientras eso ocurría ahí, en las montañas de Rawintowne, el rey maligno mandó a fortificar la ciudad real, reunir a los Enklings, criaturas grotescas y crueles mitad humano y mitad dementor con quimera, par formar un nuevo ejército junto co los Gigontauros y los Baciliscos; seres esprectales que son capaces de absorver el alma; y así conquistar los demás reinos que se oponían a su tiranía, especialmente un reino llamado Rohan. Y un día llegó a Vladivostoking un anciano con túnica plateada y agarrando un báculo, él tocó la puerta de la casa del padre de Bjñorn, pero en lugar de que abriera el padre o Bjñorn, abrió Agmehn; ya habían pasado 15 años. El anciano anunció:-Mi nombre es khornt y te digo enano, tú me vas a acompañar en mi viaje con ellos,-señaló al bosque-porque tú posees algo muy útil para mí. Agmehn se quedó con la una duda: "¿por qué yo?", así que respondió:-¡Oh! Así que yo debo acompañarte en tu viaje. Khornt movió la cabeza afirmándolo-¿ qué tengo que te puede ser útil? Tu coraje, tu valentía y algo más que es incierto-respondió Khornt-por ser de Vladivostoking. No,te equivocas-dijo Agmehn-yo soy de Arhnong.¡Oh!-dijo el anciano-entonces me he equivocado; igual, me acompañarás por lo incierto.¡Chicos, pueden salir! De pronto, de entre los árboles aparecieron 7 personas, 3 hombres, 2 elfos, 1 centauro y 1 krixpex, seres generosos y guerreros expertos del arco y flecha, entonces todos lo saludaron. Ok-dijo Agmehn- te acompañaré, solo por el krixpex, es generoso. Y así Agmehn inició su viaje, junto a Khornt, hacia donde el camino y el destino los lleven. ¡Fin de la primera parte! En al segunda parte de "Un viaje en el reino peligroso" sabremos cómo se encontrará el arma definitiva que puede destruir al rey maligno. Manuel Eduardo Arrascue Ghersi 2° año "A" de secundaria

El encuentro con el Glumpo

Amaneció muy rápido, al menos así me pareció. Escuché un estruendo muy fuerte en las afueras de mi casa. Eran las cinco de la mañana y parecía que nadie en mi vecindad ni en mi casa había escuchado algo, así que bajé con cautela por las escaleras y subí a mi bicicleta. Me puse a pensar en el accidente que hubo, ya que vi saliendo humo del lugar, pero nada tan increíble como lo que me encontré: era un ovni. ¡Fue asombroso!, significaba que el ser humano no estaba solo en el universo, pero no me interesó mucho y bajé. Encontré un agujero en el casco de la nave y me metí. Dentro encontré cables, luces y botones amontonados y sobre todo un cuerpo delgado y de una altura promedio, de piel azul y con un traje que cubría todo su cuerpo. Era como el aluminio. Intenté sacarlo, pero no pude. Me quedé pensando cómo hacerlo y se me ocurrió atarlo a mi bicicleta. Cuando avancé escuché un grito de dolor, bajé lo más rápido y escuché un grito de dolor, bajé y lo vi despierto, le pregunté quién era y me respondió: El Glumpo. Ángel Manrique Palomino 1° "C" de secundaria