Una
tarde con papá
Mi
papá, un hombre muy apuesto, alto, de piel trigueña y con una curiosidad inigualable.
Él era un físico-químico muy reconocido y respetado a nivel internacional. Con él pasaba muchas de mis tardes, caminando y conociendo la ciudad en donde vivíamos. Pasamos muchas anécdotas y esta es una de tantas.
Hace
unos días salimos de paseo, como cada segundo sábado del mes. Esta vez fuimos a
pasear por el centro de la ciudad. Estábamos por una de las calles y
encontramos una casona con la puerta abierta, así es que decidimos pasar,
porque nos dio curiosidad lo que podía haber dentro.
Cuando
pasamos por el cuarto principal, después de haber dado un recorrido por todo el
lugar, vimos algo que brillaba. Mi papá se acercó y me dijo que lo acompañara,
así que fui con él. Nos encontramos algo muy peculiar: un cortauñas. Yo me
empecé a reír porque pensaba que lo encontrado por mi papá era algo más
interesante.
Fuimos
a otra de las habitaciones y nos topamos con un baúl de lo más fino. En ese
momento nos dimos cuenta de que esa casona perteneció a una familia importante, por todos los lujos que poseía. Movimos a un lado ese gran baúl, pero muy lentamente
ya que nos pesaba mucho. Después de haberlo movido vimos en el piso un agujero. Sacamos un poco del parquet del piso para poder ver lo que había dentro.
Nos dimos con la gran sorpresa de que habíamos encontrado una gran colección de
cortauñas de todo tamaño y de diferentes colores. Pero había un vacío en esa
colección, lo que significaba que faltaba uno y era el que habíamos encontrado dentro
del cuarto principal. Lo fui a traer, mi papá lo colocó en su lugar y dejamos
la colección completa.
Ambos
salimos, cerramos la puerta y nos fuimos a casa. En el camino nos reíamos de lo
que habíamos pasado.
Andrea Castro Fidel
3° “C”
de secundaria