LA SOMBRA
En una aldea muy lejana vivía un
hombre cascarrabias que siempre andaba de mal humor y trataba muy mal a los
demás. Era muy presumido y egocéntrico, por lo que nadie en la aldea lo quería
o deseaba acercarse él. Su despotismo y frialdad lo habían convertido en un mal
ejemplo para los demás.
Cierto día, este hombre se dio cuenta
de que su comportamiento no estaba bien y que, por ello, se había quedado
completamente solo. Decidido a cambiar, empezó a relacionarse con los demás
habitantes del pueblo. Sin embargo, era demasiado tarde. Todos en la aldea lo
habían tachado de escoria e ingrato y no le dirigían la palabra ni siquiera lo
miraban.
Cansado de que todo el mundo lo
ignorara, el hombre caminó a paso lento hacia las afueras del pueblo y se echó
a llorar.
¿Por qué nadie quiere hablar conmigo
ni siquiera mirarme a los ojos? -exclamó desconsolado-Aun cuando estoy
dispuesto a dar todo de mi para ser una mejor persona, nadie quiere darme una
oportunidad.
Muy deprimido y, sin poder contener
las lágrimas, se sentó en una banca para no seguir caminando y poder descansar
unos minutos. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se percató de que otra
persona se había sentado a su lado.
Era un hombre harapiento y de mal
aspecto. Era viejo y las arrugas adornaban su rostro. Vestía con una túnica desgastada
color negro. Su aspecto era espeluznante.
-Yo soy la solución a tus problemas-dijo
una tétrica voz-Solo debes darme algo de dinero y yo te daré una pócima mágica
para que la gente te quiera de nuevo.
El hombre escuchó atentamente y,
lejos de asustarse o pensar en cuan rara era esa situación, selló el pacto con
un apretón de manos.
Al día siguiente el hombre despertó como
si nada hubiera pasado. Recordaba con claridad las palabras de ese anciano
quien resultó ser un brujo.
- Nosotros tenemos una parte buena y una
parte mala. Muchas veces logramos equilibrar ambas partes perfectamente. Sin
embargo, hay veces en las que dejamos que solo una de las partes reluzca más que
la otra. Nos olvidamos de la existencia de la otra parte. Eso significa que
nadie lo recuerda por ser bueno. Todo el mundo en este pueblo olvidó y borró
esa parte de usted. Ahora solo lo relacionan con alguien cruel y sin alma.
- ¿Usted podrá arreglar eso verdad? -el
misterioso anciano asintió y le dio un pequeño frasco de cristal con un líquido
amarillo en este.
- Bébalo antes de dormir. Mañana por
la mañana verá los resultados-aseguró, mientras extendía su mano para recibir
una bolsa llena de monedas de oro.
Se levantó de la cama y empezó a
alistarse para ir al pueblo. Por alguna razón se sentía mucho más alegre y
confiado de que esta vez todos lo recibirían con los brazos abiertos. Y así
fue. Ese día todo el mundo estaba más que dispuesto a hablar con él. Incluso
esa misma tarde se atrevió a invitar a todos a una fiesta a realizarse en su
casa. Todos se comprometieron a ir, pues el hombre les había caído muy bien y
sentían que habían hecho un nuevo amigo.
Más tarde, esa noche, el hombre se
estaba preparando para dormir, cuando de repente, se dio cuenta de algo extraño.
A los pies de su cama había algo que no podía distinguir muy bien, pero tenía
dos ojos rojos espeluznantes y una sonrisa tan terrorífica que con tan solo verla
se le heló la sangre.
De repente, esa extraña figura se
lanzó sobre él. Antes de siquiera poder gritar se dio cuenta de que no podía
hablar ni moverse. Estaba paralizado. La extraña figura negra se quedó inmóvil
por unos segundos, hasta que, para su sorpresa, habló.
- ¿Ya no me reconoces? -dijo en un
susurro - ¿No te acuerdas de mí ni de quién soy? - riendo al verlo asustado.
-Vaya, no sabía que podías
olvidarte tan rápido de ti mismo.
En ese momento, todo cobró sentido
para él. Esa sombra era su otra mitad. Estaba ahí, sobre él y mirándolo
fijamente. Intentó hablar nuevamente, pero se percató de que aún no le salía la
voz.
- No puedes hablar querido. No ahora
que tengo total control sobre ti - Los ojos del hombre se abrieron al escuchar
aquello.
- ¿Creíste que solo bebiendo un
líquido mágico podrías deshacerte de mí? ¿Ah?
-Eres tan patético -continuó
diciendo. Puede que en el día me ocultes y demuestres ante todos que eres bueno,
pero recuerda, tu otra mitad siempre estará contigo y nunca podrás olvidarte de
mí.
Al día siguiente no hubo celebración.
El hombre prefirió quedarse en casa buscando una manera de resolver ese
problema. Durante el día no la vio y eso lo tranquilizo. Incluso consideró la
posibilidad de que todo había sido un simple sueño. Sin embargo, por la noche,
la sombra hizo su aparición y lo atormentó de la misma manera que la vez
anterior. Y el mismo escenario se repitió noche tras noche.
El hombre no resistió por mucho
tiempo y terminó con su vida, colgándose de un árbol. Nadie nunca supo por qué,
pero si algo es cierto, es que la sombra sigue con vida esperando a otra alma
impura que decida separarse de su otra mitad. Pues no pensaba desaparecer tan
fácil de este mundo.