Amaneció muy rápido, al menos así me pareció. En ese
instante escuché unos ruidos, sentía que alguien me observaba. Volteé y no
encontré a nadie.
Empezaba a sentir temor y no me sentía segura de poder
salir de mi cuarto a ver qué era lo que
sucedía; sin embargo, lo hice porque soy
una chica supercuriosa.
De repente, escuché una voz que decía: -Mía, Mía,
ven…… Yo me sorprendí porque vivía sola.
Bajé cuidadosamente y observé de lejos a un pequeño conejito que cada vez
se acercaba más y más a mí. Estábamos frente a frente, me pareció un conejito
superlindo, tierno y cariñoso. En su
cuello tenía un hermoso collar que decía con letras grandes y en negrita GLUMPO.
-¡Qué lindo nombre! –dije, entonces decidí adoptarlo.
Tenía ganas de salir a pasear, por eso nos fuimos al
parque.
Compramos un montón de cosas como: dulce, ropa para
GLUMPO, aunque parezca extraño, y otra cosas más.
Regresamos a casa, muy tarde por cierto. Teníamos
sueño y yo le preparé una camita pequeña.
Al siguiente día me levanté muy contenta y me di con
una gran sorpresa: ¡GLUMPO había preparado el desayuno!
Él me dijo que me sentara en la mesa, que debía
conversar conmigo.
Me preocupé un poco, por el tono de voz que utilizó al
hablarme.
Estábamos sentados en la mesa y GLUMPO me dijo:
-Mía, lo que te diré es algo muy importante para mí y
lamentablemente te incluye a ti.
Yo me quedé estupefacta, no sabía que eso era tan
importante para él.
Me siguió diciendo hasta que llegó a un punto en que
dijo:
-Tengo que regresar al lugar de donde vine, fue lindo
todo lo que pasamos juntos pero……y empezó a llorar.
Yo también lo hice y le dije:
-Esto es una despedida, ¿verdad?
Y de pronto, así de rápido como apareció, el había
desaparecido.
Yo me puse triste y me quedé con la duda de volver a
verlo.
Andrea Cribillero Torres
1° "C" de secundaria